martes, 8 de julio de 2008

Calvino para el siglo XXI


Nuestra convicción es básica, firme e irreductible: las enseñanzas y, sobre todo, la cosmovisión que Juan Calvino nos legó no sólo han sido elementos claves para la historia de la modernidad occidental en el pasado, sino también son el marco general y los pilares desde los cuales debemos construir el futuro de nuestras naciones y culturas.

El proyecto moderno iluminista, proclamado con tanta vehemencia en Alemania y Francia en el siglo XVIII y después en todo el occidente, es lo que quedó de una herejía que se desprendió del calvinismo. Los iluministas no comprendieron que conceptos y prácticas tales como la democracia, la libertad de expresión y conciencia, la iniciativa privada (tanto en la economía como en las ciencias y las artes), la separación iglesia-estado, etc. sólo tienen sentido real y sólo son benéficas para la sociedad humana cuando se fundamentan en la fe de que Dios es el absoluto Soberano de todas las esferas del cosmos que Él creó para Su propia gloria. Esta es la roca y fundamento sin la cual los pilares, por muy hermosos que sean, difícilmente se pueden sostener por mucho tiempo.

Hoy vivimos el colapso del proyecto moderno iluminista y, parafraseando a Habermas, necesitamos retomar el proyecto original: pero no el de Kant (aquí nos apartamos de Habermas), sino el de la Reforma.